«No soy una cuota», repítetelo una y mil veces si hace falta. Repítelo hasta creértelo porque ¿acaso ocupar esa cuota de género no requiere un valor, un esfuerzo y un mérito?. Estás porque te lo has ganado, participas porque tus opiniones son importantes y representas porque confían en tí. Repítetelo como un mantra las veces que haga falta porque para ser una mujer empoderada tienes que creer en tu propio poder. Porque el éxito en las mujeres depende tanto de su género como el fracaso en los hombres. No eres una cuota, ocupas una cuota a la que has llegado por tus méritos. La diferencia es muy importante.
Resulta curioso que en el momento que vivimos, en este momento de empoderamiento femenino, donde el feminismo cada día se expande un poco más, tengamos que recordar algo que puede parecer tan esencial, ¿verdad? Sin embargo, dentro de instituciones y entidades, a pesar de que las mujeres empiezan a ocupar puestos de responsabilidad a nivel sociolaboral y político, el poder y la toma de decisiones siguen siendo a nivel práctico desempeñadas por hombres. No vale con estar. No vale con ser un porcentaje. Empoderar no es solo poner en puestos de poder, es dar poder, protagonismo, reconocimiento, confianza… es participar en términos de igualdad tomando decisiones como haría cualquier otro hombre en el mismo puesto.
Recuerdo que, cuando trabajaba en una empresa tecnológica, le decía a mis compañeros que me iba a poner un pene para ver si me hacían caso y me escuchaban. Se lo tomaban como una broma y puede que lo fuera en ese momento, pero encerraba una verdad: sentía que mis opiniones no valían lo mismo, no por mi puesto de trabajo, sino por mi sexo.
Me gustaría pensar que esto no pasa en entidades sociales, en entidades que buscan transformar su entorno. Me gustaría pensar que en entidades donde se enseña a participar, donde se lucha por los derechos de todas las personas, donde se enseña a adolescentes a crecer sin prejuicios, donde se potencia la diversidad o se promueve la igualdad y la equidad, a ninguna mujer se le cruza por la cabeza que su opinión no es tenida en cuenta por su género. O que cualquier mujer que tenga un puesto de responsabilidad piense que no se lo merece. O que en una reunión, deje hablar a su compañero porque le hacen más caso. O que ese mismo compañero la interrumpa con un «lo que ha querido decir mi compañera». Me gustaría tanto pensar que esto no pasa en las entidades sociales…
¿Y qué hacemos? ¿Nos culpamos por no darnos valor? ¿Nos echamos la culpa por dudar al dar una opinión o tomar una decisión? Porque otra cosa no, pero de culpa las mujeres sabemos un rato. Porque a competir y a liderar no nos han enseñado (que levanten la mano todas a las que nos han llamado mandonas de pequeñas por intentar liderar), pero a culpabilizarse y sentirse responsable, a eso sí, ¿verdad?. La respuesta es fácil: no te culpes, simplemente cree en ti. Exacto, ¡creamos en nosotras! Creamos que lo valemos y dejemos de intentar demostrar que sí que nos merecemos lo que hemos logrado. Porque no hay nada que demostrar; lo hacemos, lo merecemos. Porque nos han metido en la cabeza que las cuotas son solo para cubrir un número y que si estás ahí es solo porque eres mujer, no porque lo merezcas. Y no es así. No somos una cuota, la ocupamos por nuestra valía.
Estamos, participamos, representamos y lideramos. Repítetelo las veces que haga falta.
Laura López
Comunicación y diseño de Ítaca-ASC